domingo, 7 de octubre de 2012


Colaborador: Los Domingos de Ángela Norma Michelli


Hoy no tenemos un nuevo capítulo de "La muchacha cósmica" pero nuestra colaboradora nos acerca otros trabajos. Busquen sus trabajos en LDU en la lista de escritores del blog


POEMA

             
Desde la transparencia de mi mente, los pienso
señores trajeados a la europea y en autos importados.
parecen seres muy normales, sin embargo hay tanta diferencia
que esta aguda mente mía, alcanza a comprender tanta injusticia
a veces no parecen seres pensantes, sino entes al servicio irracional de la avaricia
que los lleva a vivir sin consecuencias, disfrutando como bestias
de la hambruna cotidiana y la pobreza, del entorno que se mueve alrededor en la miseria
a ellos le late el corazón en pausados ritmos de bonanzas
a nosotros que somos soberanos nos late también, pero al ritmo acelerado de impotencia
yo les considero en su fina e inalcanzable vestidura, y sus cuerpos muñidos de arrogancia
la inevitable pudrición que llevan dentro
 
 
.
 
                                                              
 
 
LA CASCADA


                        Vuelca el río su caudal, en  una altiva cascada
así la espuma al caer, parece un velo de gasa
en matiz de verde y rojo, y en multicolores gamas
flores y hierbas se mezclan, dando marco a la cascada
los rayos perpendiculares, como flechazos al agua
forman coronas de reinas, sobre el blanco de la gasa
en las noches de azul prusia, brillante verde en las tardes
y el rosado de la aurora, con el que el río amanece


Relato


Esta fábrica de jabones estaba situada en la calle Méjico al 1050, pertenecía a los señores miembros de la primera junta, Nicolás Rodriguez Peña e Hipólito Vieytes.
Allí se reunían frecuentemente los integrantes del grupo revolucionario de Mayo, para desarrollar y analizar los acontecimientos ocurridos hasta ese día, sacar conclusiones y prosperar en el intento de lograr nuevos adeptos.
Estas reuniones eran secretas y solo se hacían de noche y en distintos lugares, lo más importante era poder aportar datos y miembros nuevos.
En esta oportunidad se reunían en Mejico al1050,
Juan José Paso, había conseguido uno de mucha confianza  seguridad, después de una ardua lucha para convencerlo.
Eleuterio Maldonado, que debía concurrir esa fría noche a la jabonería, justo a las 10.
Friísima y serena, solo invitaba al descanso, de vez en cuando se veía a alguna persona transitar por las calles empedradas de la ciudad.
El sereno que vociferaba, la hora, la temperatura, el estado del tiempo y la tranquilidad casi nunca perturbada.
Se le veía debajo de las farolas, enfundado en su capote siempre leyendo algo.
Eleuterio bien abrigado, con su capa de gruesa lana marrón, forrada en piel, galera de fieltro y bastón.
Avanzaba lentamente buscando la calle Méjico.
De pronto se cruza con otra persona, que venía en sentido contrario.
Lo detiene y luego de saludar, lo interroga sobre el domicilio buscado.
 Señor, puede Usted decirme: ¿dónde está ubicada la jabonería Vieytes?
De aquí siga derecho dos cuadras, allí hay una debe ser esa, la última casa.
Gracias y buenas noches.
 Camina dos cuadras y llega a una vivienda semi destruida, oscura y sucia.
Golpea lentamente y espera.
Mientras lo hace, le llama la atención un cartel colocado a un costado.
Enciende una lumbre y lee: Ventas de jabones y artículos de limpieza, ventas de velas y cebos.
 Aquí debe ser, murmura  y se queda esperando.
 Sale un joven y lo hace pasar, sin pensarlo se ve en una sala modesta, donde una apreciable concurrencia, está sentada  en fila circular.
 Un señor mayor, ubicado ante un escritorio, preside la reunión, papeles, libros, plumas y tinteros, apenas dejan ver su rostro-
, observa a todos con paciente benevolencia.
 De pronto comienza el interrogatorio, uno por uno van respondiendo sobre su aporte.
Eleuterio algo aturdido no presta atención, solo le preocupa la llegada de Paso.
Toma asiento al lado de un joven que le sonríe, se da vuelta en reiteradas oportunidades en busca de su amigo.
 ¿A quién espera?
 Al señor Paso, ya vendrá no se preocupe, eso espero, son casi las once.
Señor, le dice el otro, podría decirme donde está ubicada la jabonería de Vieytes?, ya me toca el turno de responder y no he tenido tiempo de averiguar tan siquiera donde se reúnen los revolucionarios, no traigo mensaje alguno.
 Eleuterio lo mira entre curioso y divertido, este si que vive en babia, concurre a las reuniones no sabe la dirección, que gracioso!
Ya iba a responder, aquí hombre, Méjico 1050, cuando se da cuenta que está en lugar equivocado, precisamente en ese momento hace su entrada al recinto, su vecino, gran seguidor de la causa realista, fanático servidor del Virrey Cisneros.
Sin pérdida de tiempo se pone de pie, ¡permiso! dice a duras penas estoy atacado del vientre, con desarreglo debo ir al baño, cuídeme el asiento, por favor.
 No debió venir, vaya nomás, vuelva a su casa yo lo excusaré, ¡que se mejore!
Eleuterio gana la calle y se pierde en la oscuridad, su desesperación es tal que ve fantasma que lo persiguen. Rumbo a su casa va murmurando ¡por esta noche basta! que salvadón, mañana será otro día.
 
 

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