MR. DEADLY 3
La solución estaba en no correr peligro.
Con esta certeza, Mr. Deadly, decidió enclaustrarse en su vivienda para
evitar todo daño que el exterior pudiera causarle.
Aunque sospechaba que, incluso, en su propia morada los peligros igual
acechaban.
Con el pasar de las horas (alcanzando un maravilloso mediodía, casi un
milagro en su interrumpida existencia) el tedio le imponía una reflexión
impostergable.
Se dijo a si mismo:
- Esto, no en vida-.
Así, que decidió esperar un poco más y acercándose a la ventana divisó
una inesperada motivación para envalentonarse.
Una hermosa mujer, enfrente y en otra ventana, se peinaba frente al
espejo.
La exaltación del pulso cardíaco y un curioso ímpetu por la vida parecía
apoderarse, en forma de síntomas, y afectando a Mr. Deadly.
En el encierro, no encontró nada, o, tal vez sí.
Sobrevivir horas vacías no era un objetivo válido, era postergarse.
Ahora, solo le quedaba decidirse entre la contemplación o la acción.
Desgraciadamente… Mr. Deadly, frente a su nueva práctica voyeurista,
olvidó la inicial reserva y refugio. Precipitado, decide abrir la ventana con
tanta energía y violencia que hace estallar los vidrios.
Varios fragmentos pequeños caen al suelo, el de mayor tamaño, se
incrusta, caprichosamente, en la carótida de nuestro amigo. En segundos, un
charco inundó el suelo de Mr. Deadly. Un rojo apasionado tiñe su cuerpo como
abrazándolo. Por la mañana, con seguridad, una carraspera y una disfonía le
cortarán las ganas de emitir palabras.
Hora del deceso 13:05 PM