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viernes, 18 de mayo de 2012

Colaboración: Pucho que me hiciste mal por Carlos Alejandro Nahas


 PUCHO QUE ME HICISTE MAL 
por Carlos Alejandro Nahas






El pucho nos llegó de chicos, de cuando poníamos chapitas debajo de las vías del tranvía, de cuando tomábamos la leche de la botella de vidrio, de cuando las figuritas eran de lata. Nos habrá llegado a los 12 o 13 años. En una plaza de Barracas y de madrugada. Arturo le afanó a su tío Alberto los primeros Saratoga, fuertes como la mierda. Y en esa madrugada nos hicimos hombres de a pucho. Luego vendrían el debut sexual en el quilombo de Doña Rita, en el docke, las primeras novias, los primeros bailes en el centro con ambo, zapatos blancos y medias rojas. Pero lo que se dice “debut – debut”, lo dimos en aquélla plazoleta de la calle Jorge, entre toses y carcajadas.
            A todos nos quedó el vicio. Que se fue acrecentando con los años, las cuentas impagas y los embarazos. Estaban los que fumaban Imparciales, que te partían el pecho, y los soretes de a Chesterfield. A mí se me dio por los Kent, que compartía invariablemente con Lucho. Y Tito Pajarito empezó con los “Particulares”, negros, duros, al principio sin filtro. Después se pasó a los “Parissiennes”, pero él era de los negros. Era como Ford o Chivo. El se embarcaba en los puchos de macho, aunque a la noche escupiera mierda.