MR. DEADLY #12
Vamos a la playa oh, oh, oh…
Felicidades a todos y en particular a
aquellos que, ansiosamente, deseaban la llegada del mes de Diciembre. Un mes
especial, que muchos dedican a pedir extensiones en sus tarjetas de crédito y aumentar los límites de compras; de aprovisionarse de alimentos equivalentes a seis meses de
nutrición pero que serán, debidamente consumidos en dos días. Este mes donde los
“creativos” de la publicidad se enternecen y, desde el fondo de sus fríos
corazones, nos regalan piezas diseñadas con elocuentes mensajes sobre la
familia, el amor y la paz, con la desinteresada finalidad de acercar al público
un producto que nos garantiza llenar ese vacío existencial. O para decirlo de
forma sencilla; la felicidad al alcance de todos y en cómodas cuotas.
Diciembre (por estas latitudes) es un
mes donde el sol irradia con más intensidad su caluroso abrazo navideño y Mr.
Deadly lo sabe.
El calor sofocante ya se empieza a
sentir, que agobia en la ciudad pero que se disfruta en la playa y Mr.
Deadly tiene ganas de experimentar en el día de hoy.
Se calza sus chancletas, se coloca una
bermuda ceñida muy fuerte contra su cintura (o es demasiado holgada o él es demasiado flaco) y
con un bolso donde carga unos aperitivos se dirige, directamente, al oasis que
ofrece este país, la rambla.
El panorama era una pena porque Mr. Deadly comenzó a percibir las ingratas
actitudes de las personas que no valoran lo que tienen. Mientras va esquivando
una botella de cerveza, cáscaras de bananas y restos de otras frutas, así como;
envoltorios de galletitas y puchos diseminados en la arena. A este combo de
desechos aislados se le suma un pañal usado (curiosamente, fuera de un pequeño contenedor de basura). En fin, Mr. Deadly reprochó la poca voluntad de la madre, que
al no embocar en el cesto decidió dejar ahí el despojo de su retoño.
Obvio, que el peligro para Mr. Deadly en
una playa así era de lo más arriesgado. Podría infectarse y terminar en una
agonía insoportable, si su pie pisara alguna de las latas oxidadas
pero como, usualmente, sus desapariciones eran instantáneas este caso sería
poco probable. Era más factible que se quebrara el cráneo tras patinar con
alguna cáscara de banana o algo así.
Mr. Deadly prefiere comer su sándwich y
darse un refrescante chapuzón. Lo triste, es que el panorama en el agua es aún
más desagradable que en la arena. Flotaban bolsas plásticas, más envoltorios y
hasta divisó un preservativo (que no está nada mal el uso del mismo en
encuentros casuales de verano y playeros pero hay que hacerse cargo del
producto resultante gente). Lo más desagradable fue lo que flotaba con libertad
e impunidad sobre la superficie e insistía en acercarse a Mr. Deadly. Otro
desecho, pero más orgánico y que por su tamaño, se podría poner en duda la
honorabilidad del orificio de donde fue expulsado.
Las noticias insólitas recorren el mundo
y las peores coincidencias a veces tienen testigos involuntarios, como le
sucedió nuestro amigo. De la nada, aparece un tiburón. Algo casi improbable que
suceda en estas costas, pero crean o no, sobrevino y pronto para engullir a Mr.
Deadly.
El griterío en la orilla fue descomunal,
los guardavidas con sus megáfonos daban la alerta e instaban a todos a salir
del agua. Mr. Deadly ya tenía resuelto salir, no por la amenaza acuática sino
porque unas nubes grises empañaban su salida. De todas formas, avanza un poco
más antes de pegar la vuelta y aprecia la aleta del veloz depredador dirigiéndose
hacia él. Solo atinó a decir:
- - Patrañas, que mala liga.
A todo esto, un rayo cae sobre el
desorientado animal, asándolo completamente y nuestro amigo a salvo y por
partida doble, ya que el rayo no electrificó el agua.
Mr. Deadly no daba crédito a lo que
acababa de suceder.
Desafortunadamente, y como dice el dicho “tanto nadar para morir en la orilla”, Mr. Deadly no había realizado la digestión completa del aperitivo,y comenzó a sentir los acostumbrados calambres que imposibilitan el movimiento. Además, estaba bastante alejado y si bien, intentó nadar un poco para salvarse por tercera vez, fue inútil el resultado.
Desafortunadamente, y como dice el dicho “tanto nadar para morir en la orilla”, Mr. Deadly no había realizado la digestión completa del aperitivo,y comenzó a sentir los acostumbrados calambres que imposibilitan el movimiento. Además, estaba bastante alejado y si bien, intentó nadar un poco para salvarse por tercera vez, fue inútil el resultado.
PD: Esta aventura de Mr. Deadly viene
con muchos consejos útiles e ideales para esta época. Morir, lo haremos todos, pero no
se la hagamos tan fácil a la parca. Ah!! y me olvidaba de mencionar, que mientras
Mr. Deadly se hundía, sintió que alguien lo jalaba hacia abajo…
A eso de las 11:30 am
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4 comentarios :
¿De donde apareció ese tiburón? Y tenía que encontrarse con Mr. Deadly.
Aunque lo letal fue algo aparentemente menos peligroso.
Aunque vaya saber que no es peligroso para él. Y gente similar.
Saludos.
Pues sí...muy apropiada la frase, de todo lo que se había salvado el pobre para morir por no haber hecho la digestión del aperitivo...por cierto si que son peligrosas las playas que frecuenta Mr.Deadly :)
Besos!!
Ya lo decían las abuelas...después de comer, para meterse al agua, hay que esperar al menos una hora!
"Una aventura mortal", siempre es una expresión que se ajusta totalmente a tu muy especial personaje
=)
Diciembre es un mes de deroche y de cambiar lo valioso por lo costoso y se dice un mes familiar.
Tu personaje ya las trae consigo, igual y la parca está detrás de él porque le interesa el chico.
Un beso, Luis
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