Hubo un tiempo, en que un Inti era
la fortuna que nos alumbraba para poder abastecer el primus de una sola boca,
hubo un tiempo atrás, en que solo había leña que debíamos recolectar para
cocinar nuestros alimentos, para crear ese calor negado por el clima adverso.
Hubo un tiempo en que mis manos eran pequeñas, y ese tiempo viene a colarse en
este día cuando decido hacer las cosas con mis manos ya grandes, veo a Don
Wili esforzarse por terminar lo que hace mas de 33 años dejo
inconcluso, supervisados, los dos, mi Viejo y Yo,
por el Ingeniero. Y es cuando entiendo que no debo dejar
pasar el tiempo, si no, las fuerzas me dejarán, y también dejare inconcluso
todo lo ya empezado.
Cuando el suelo debajo de mis yanquis (elaborados
con lengüetas de llanta de auto, que orgullosamente eran exhibidas en las
pasarelas del barrio fino, hechas con ahínco por el mas longevo de la familia)
era arena muerta, y esa misma arena se colaba por los muchos orificios que
tenían mis trapos, cuando el techo que me protegía era solo un conjunto de
losetas ahuecadas por el pasar del tiempo que, anduvieron primero, cubriendo
las cabezas de otros, hubo un tiempo, cuando la puerta principal a duras penas
un marco apolillado lo sujetaba a las paredes improvisadas, y trancada por la
noche con un tronco de eucalipto todavía lloroso por sus heridas, para que los
amigos de lo ajeno tengan siquiera un obstáculo y parar, si hay suerte, la idea
de querer llevarse de mi hogar, los pocos tesoros que teníamos. Hubo un tiempo
en que la vida era tan simple, como ir de viaje a la tienda de la esquina, y
disfrutar de los caramelos de limón o las lentejitas que tanto me encantaban,
las que venían en múltiples colores, que eran un premio, pero que por mucho que
fueran de mi gusto, nunca podía darme esos justos, si no fuese por la caridad
de muchos. Hubo un tiempo en que las calles eran de caminos angostos,
pedregosos, cuando solo polvo respiraban los niños, cuando el sol salía para
indicarnos la hora en que empezaban los juegos: kiwi, las escondidas, la pichanga
en medio de la vía, alucinados todos, anunciábamos con ilusión el nombre del
jugador que se manifestaba con cada jugada que copiamos de la caja mágica, se
metían en nuestra piel, y formaban parte de nosotros, de los jugadores de
aquellos tiempos, los que daban la hora, los consagrados, hubo un tiempo en que
la vida era simple, tanto como salir a comprar un pan, pero sabiendo que la
panadera tenia ya listo la inmensa bolsa de pan duro, piedras que pronto
pasarían a ser endulzadas si la alegre cocinera de sonrisa cálida, la de mi
Madre, transformaba cada pieza en las mejores tostadas caseras que he probado
en mi vida. Hubo un tiempo, en que el tiempo fue pasando sin saberlo, sin
entender que hay días en que recordare estas imágenes, y me sentiré aun con
ganas de hacer las mismas cosas que hice, los días en que mis manos eran
pequeñas, y que ahora sujetan el martillo por el mango, para intentar terminar
lo que Don Wili empezó, dándome cuenta tarde, que fue el tiempo, quien
sorprendió, al pasar demasiado rápido.
ARMANDO QUIROZ es un escritor peruano, que desde hace un tiempo colabora con LDU (acceden a sus otras colaboraciones haciendo click sobre el nombre).
Desde
sus blog publica relatos de otros autores, formando una interesante antología
de nuevos escritores latinoamericanos. Las letras peruanas tienen una gran historia
y nombres que han sabido enaltecer su rico patrimonio cultural. Estos son
motivos más que suficientes para invitarlos a recorrer este espacio lleno de
letras nuevas, jóvenes que pulsan y claman ser leídas con singular detenimiento.
No suelo comentar las colaboraciones de este blog, es que no soy bueno juzgando, pero este "Tiempo" de Quiroz, posee un atractivo especial. Esos recuerdos concatenados y entrelazados en una mística; de barrio y dignad, de pobreza y códigos, de postergaciones, carencias y promesas, conjugan una muestra de coraje y supervivencia. De no ser doblegado por el tiempo, resistir para no rendirse y no dejar en el cruel olvido, que provoca la desidia y el desencanto los golpes miserables del tiempo. También, me evoca otros pensamientos; la felicidad a la vuelta de la esquina, las simplicidad de la alegría, las pequeñas cosas...
Vivir, no es para nada fácil, pero no deberíamos agregar mayores dificultades.
Tal vez, concentrarnos en nuestros proyectos, nuestras pequeñas misiones y cumplir. Tomar nuestras herramientas y construir nuestra prosperidad. El tiempo pasa, pero todavía nos queda algo, hay que aprovecharlo...
Además
de invitarlos a visitar el blog (que supo estar nominado en la primera edición
al Premio B en LDU y que probablemente vuelva a estarlo, ya que fue el segundo
más votado), los convido a explorar este nuevo proyecto, una novela online
llamada:
CANELA 1ª Novela online |
(Hacer click sobre el enlace)
De
mi parte, agradecer al autor por su generosa y talentosa colaboración.
Solicitar a los lectores, que propaguen esta iniciativa y difundir los espacios,
anteriormente, nombrados. Recuerden; dejar comentarios, indicar una reacción
(entre las opciones al final de la entrada), dar 1+, Twittear, o compartir en
Facebook o las redes sociales que utilicen. ¡Esto ayuda mucho a nuestros blogs!
2 comentarios :
Recuerdos de carencias y de pequeñas alegrías, cuando todo era tan diferente... sería bueno simplificar y tener claras las prioridades en la vida y sobre todo no tener que arrepentirnos de no "haber intentado"...
Me ha gustado leerte.
Besos.
Gracias Teresa por tu mensaje que llegará a su autor.
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