Capítulo 5: ¿Quién es La Primera ?
Once metros de
camino en línea recta separaban la puerta de la parroquia del lugar donde
conversaba la honorable abadesa Albina Mountfaçon que hacía poco menos de una
hora había llegado al departamento de Salto y sin dar importancia alguna en la
ciudad, solicitó conducción inmediata hacia el pequeño y misterioso pueblo Las
Nunas.
Nadie era
partícipe de lo que las mujeres hablaban, salvo lo ecléctico del conjunto entre
paredes renacentistas y estatuas barrocas de santos que cual humanos
petrificados, se levantaban sublimes en cada lado de las largas paredes y se
enfrentaban con la mirada, siendo interrumpidos únicamente cuando alguien
cruzaba entre ellos, abriendo la puerta principal y caminando hacia el Cristo,
que inmenso e imponente señalaba con sus manos de ensangrentados agujeros, el
par de hileras que hacían los santos. Tétrico, en cierto sentido.
Albina
Mountfaçon fue muy bien acogida por las monjas de la parroquia San Jerónimo,
pero fue un hecho evidente no poder ocultar la presencia de aquella mujer que
no había retomado el conocimiento desde la noche anterior.
— ¿Me estas
diciendo que esta mujer fue traída aquí por una de las monjas? –dijo Albina,
intuyendo quién sabe qué en su mente-
— Una de las
hermanas iniciantes la trajo hasta aquí. Se trata de una muchacha de veintidós
años, es una buena hermana pero…
— ¿Qué ha dicho
al respecto? ¿Ha dado alguna explicación?
La voz de Albina
era fuerte y demandante.
— Según su
palabra. Me ha convencido de no saber absolutamente nada del tema, reconoce ser
ella quien trajo a esta mundana hacia aquí, pero no logra recordar el momento
ni el porqué del acto, como una especie de amnesia. ¡Ay, abadesa! ¿Qué vamos a
hacer ahora?
Los ojos de iris
de color aguamarina de la abadesa se movieron rápidamente, como los de un ave
rapaz buscando una liebre desde la altura del cielo.
— ¿Tienes un
cuerpo de enfermería? –dijo-
— Sí.
— Perfecto. Que
sean ellas quién atiendan a esta mujer, necesitamos que despierte lo antes
posible para poder averiguar algo. Por el momento y que así sea siempre, no
acudiremos a las autoridades policiales. –En sus manos tenía una carpeta de
cuero sintético de tapa dura que se la alcanzó a Claudia. La misma portaba doce
fotografías que al ser admiradas por la Madre , causó en ellas un horror tan hondo que de
su boca salió un gemido de consternación que vibró tembloroso convirtiéndose en
un eco de terror. Al recuperarse, se persignó con gran velocidad, unas cuatro
veces- Madre Claudia –continuó la abadesa-, con esto se puede dar cuenta que lo
que me trajo aquí es mucho más preocupante que una mujer inconsciente.
Los ojos miel de
Claudia, que siempre figuraban en una mirada dura e impenetrable, ahora
parecían gritos sordos. Asintió al fin, sin una palabra y con su mano aferrada
a su cruz pectoral de madera.
Lo que le había
mostrado la abadesa eran las fotografías de su espalda, donde aparecía
sádicamente escrito el nombre del pueblo, la ciudad y el país. Acto seguido,
sin decir mucho y dejando por aclarar más, solicitó que la condujeran a su
habitación para que pueda descansar. Al día siguiente, le aportaría más datos a
Claudia y hasta quizás podrían resolver a medias algunas cosas. Quizás…
Alguien tocó
apresuradamente la puerta de la casa de Abigaíl. La mujer estaba tomando una
siesta cuando escuchó los incesantes golpes en la puerta. Se levanto y cuando
abrió la puerta, vio que la preocupadas llegadas de su amiga Deborah, se habían
vuelto una costumbre.
— Debby ¿qué
pasa? Estaba sesteando y me desperté con tus…
— Es Lorelei…
-dijo con voz solloza pero firme-
— ¿Qué pasa con
ella?
— ¿Recuerdas que
ayer no fue a Las Luces? Vengo de su apartamento, toqué la puerta como
cincuenta veces y… -tomó aire, como un sediento que encuentra un charco en el
desierto; desesperado.-…y no respondió. Le pregunté al matrimonio del seis y al
marica del ocho pero nadie la vio salir ni entrar. ¿Qué hago Abby? Estoy
preocupada, no sé qué…
— ¡Deborah!
–Exclamó- Tranquilízate. Yo tengo una copia de la llave del apartamento de
Lorelei, me la dio por si alguna situación emergente. Tranquila, vamos para
ahí.
¿Tranquila?
Debía ser una broma. Cuando entraron al hogar de Lorelei, no encontraron un
solo rastro de la mujer. Tampoco había signos de pelea ni desorden que denote
un forcejeo; pero de todas formas, el hecho no cambiaba. La mujer no estaba.
Un par de horas
después, despertó. Abrió los ojos de golpe, como si mientras dormía le hubieran
arrojado un baldazo de agua helada, tomó una bocanada de aire e intentó
enderezarse y sentarse en la cama donde yacía acostada, acto que fue
interrumpido por un fuerte dolor en su abdomen que la hizo volver a la posición
inicial. Meneó su cabeza y avistó una habitación de color celeste pálido
iluminada por una lámpara de poca intensidad y apariencia deleznable y con
paredes vacías, excepto la de su cabecera donde colgaba un Jesucristo
crucificado y con gestos dolidos.
Aspiró a tomar
asiento nuevamente, pero otra vez su abdomen se lo prohibía al estallar de
dolor.
— No te muevas
–dijo una voz, con acento gallego-.
Lorelei giró su
cabeza y vio que al costado de la cama de una plaza había una mujer, una monja
mejor dicho; sentada en una silla de madera.
— ¿Dónde estoy?
¿Qué es este lugar? –Preguntó sobresaltada, respirando con rapidez-
— Estás a salvo
–dijo Abina Mountfacon-, voy a llamar a las enfermeras para que te vengan a
asistir. Antes respóndeme, ¿qué recuerdas de lo que ha sucedido?
Lorelei estaba
confundida, antes de ver a la mujer, una parte de sí creyó estar en una
habitación de hospital tras haber sufrido un accidente automovilístico o algo
parecido. Estuvo un breve tiempo en silencio.
— ¿Recuerdas
algo de lo sucedido? ¿Sabes por qué estás aquí?
La mirada de la
abadesa era dura, como una estatua parlante.
— No sé… -musitó
la adolorida mujer- Recuerdo que alguien tocó la puerta de mi apartamento y
luego vi el rostro de una joven.
— ¿La podrías
identificar?
— No, todo
ocurrió demasiado rápido. Sus ojos sí los recuerdo; completamente negros,
incluso la zona blanca. No lo sé, pude haberlo soñado. Después de eso creo que
no recuerdo más nada… ¡Ah, sí! Creo acordar haberme golpeado con algo. Recuerdo
con claridad el sonido seco de mi cabeza golpearse con algo, el piso o no sé…
¿Por qué me pregunta todo eso? ¿Usted es una monja? ¿Dónde estoy? Necesito que
me lleven al hospital.
Albina se puso
de pie y salió de la habitación sin decir una palabra, en el transcurso a la puerta,
Lorelei intentó detenerla exigiéndole que no se vaya, pero la vieja hizo caso
omiso. Minutos después, llegó el cuerpo de enfermeras para atender sus heridas,
golpes y dolores. Aún nadie decidía qué harían con ella, seguramente tal
veredicto lo darían a la mañana, ahora ya era muy tarde.
Un hipnótico
oral la dormiría lo suficiente como para no crear grandes inconvenientes.
En la madrugada
(y sin pasar de alto el hecho de que estaba en el lugar que sus revelaciones le
habían indicado), Albina Mounfacon tuvo un segundo sueño.
En esta ocasión
fue más corto que el anterior, pero lo que le mostró fue tan aterrador como el
que tuvo en España.
Su cuerpo no se
percibía en el espacio, era como un espíritu suspendido en una dimensión oscura
e inhóspita. Frente a lo que pensaba que era su yo en
estado invisible como un remolino de viento había una mujer desnuda, con el
abdomen y senos ensangrentados, en vez de manos tenía garras, más grandes que
las de un ave rapaz y su cabeza era la de una cabra negra de ojos rojos.
Pese a que la
imagen era horripilantemente aterradora, la voz de Albina se escuchó fuerte y
clara, denotando valentía e ímpetu.
— ¿Qué quieres,
demonio? Ya me trajiste hasta aquí, ahora infórmame: ¿qué es lo que buscas?
La bestia se
acercó hacia su nebulosa figura con una sonrisa lasciva.
— Me sorprende
mi fama. Miles de años siendo ignorada y ahora mírame; te he hecho atravesar un
océano cumpliendo mi voluntad.
— No he servido
a tu voluntad. Solamente le he sido fiel al don que mi Señor me ha dado. Vuelvo
a reiterar, ¿qué quieres, bestia inmunda?
El demonio
detuvo su paso y emitió una carcajada estruendosa llevándose sus manos a la
zona de sus senos sangrantes.
— Soy La Primera. La que escapó
del Jardín por culpa del Primero. Mi decisión de abandonar el Jardín me hizo
aposar en las orillas del Mar Rojo convirtiéndome en hembra de Asmodeo. Reina
de todas las perversiones, la mano que mece el deseo carnal de todos los
hombres y mujeres, pero nunca nombrada entre los seguidores de mi Padre.
Ignorada, como una lechuza en el árbol más insignificante del oscuro bosque de
los pecados.
— No… no puede
ser. Tú eres… Li… Li…
— Sí, vamos, di
mi nombre y reconóceme como real.
— ¡Te reprendo,
bestia! ¡Sal de mis sueños y de este pueblo! No eres bienvenida.
— ¡Cállate,
vieja podrida! Tus estúpidas oraciones no harán que me vaya. Sin embargo, una
ofrenda de sangre sí lo hará…
Por primera vez,
Albina no dijo palabra alguna. Aquél momento fue crucial para darse cuenta con
lo que no sólo ella, sino todas las iglesias y la religión en sí, se estaban
enfrentando. Y si existía una manera de devolverla al lugar de donde vino, no
estaba en su conocimiento. Ni en el de nadie…
Entonces La Primera dijo:
— Haz que me
reconozcan oficialmente entre tus seguidores. Corre la voz, dile a cada uno de
tus inferiores, iguales y superiores que existo. Ése es mi objetivo principal,
pertenecer al séquito de tus enemigos.
Albina sintió un
frío glaciar como si una garra de hielo la estuviese sujetando,
inmovilizándola.
— ¿Eso es lo que
quieres a cambio de que dejes de hacer daño?
La bestia miró a
Albina con ojos brillantes, rojos como una manzana luminosa.
— Eso y lo que
mencioné antes. Una ofrenda de carne y sangre de tres Magdalenas. Tienes a una,
te faltan dos. Sólo de ésa forma volveré a la oscuridad de donde vengo.
Considérate advertida…
Los enlaces de Marcos Llemes:
1 comentario :
...traigo
ecos
de
la
tarde
callada
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
LUIS
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE BAILANDO CON LOBOS, THE ARTIST, TITANIC SIÉNTEME DE CRIADAS Y SEÑORAS, FLOR DE PASCUA ENEMIGOS PUBLICOS HÁLITO DESAYUNO CON DIAMANTES TIFÓN PULP FICTION, ESTALLIDO MAMMA MIA,JEAN EYRE , TOQUE DE CANELA, STAR WARS,
José
Ramón...
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