miércoles, 18 de julio de 2012
Convocatoria Literaria Este Jueves un relato: "Curiosidad en el borde de un libro". Por Luis Bernardo Rodríguez
"Por favor, debes ayudarme"...
Fue la primera frase que encontró escrita en la página treinta y tres en; "Física entre nosotros" de Szwarcfiter. Accidentalmente, encontró el segundo mensaje en otro texto, pero sobre matemáticas para sexto año de Duffour y en la misma numeración de página. Agregaba más información sobre la angustiosa situación, decía:
"Necesito que alguien me escuche, tengo miedo a mi padrastro, no tengo a nadie".
Con ambas páginas abiertas, lucía evidente que alguien (me imaginé que era una chica, en especial por el tipo de letra que pareció femenina) lanzaba esta sutil señal de auxilio con gran temor. Cerré los libros, ya había sacado las notas suficientes para preparar mis dos exámenes y decidí entregárselo a la bibliotecóloga. Tomó los libros y le devolví con expresión un tanto perturbada, como si me hubiera hecho cargo de los garabatos que dañaban, aún más, el deteriorado texto.
Podría ser una broma, unas palabras que configurarían un relato o una poesía; podrían ser unos apuntes de algo que no tuviera que ver con una amenaza real.
En ese momento, no me percaté de una posible manera de dilucidar esta cuestión. Gracias a la agitada noche, entre sueños que recurrían al miedo y la oscuridad, se iluminó en mi cabeza un posible rescate a la anónima víctima, que lanzaba súplicas entre páginas impresas.
Era obvio, que la joven pertenecía al círculo de lectores de la biblioteca. Intuía que la página treinta y tres no era un capricho sin sentido (supuse que ese número la identificaba).
Había acertado que la cifra le pertenecía cuando al regresar a la biblioteca pedí nuevamente esos dos textos. Pude verificar que en ambas ocasiones, el socio número treinta y tres de la biblioteca, había solicitado en préstamos (al igual que yo) estos ejemplares.
Las fechas eran distantes, así que fue una verdadera casualidad que haya encontrado ambas partes de un mensaje (que les adelanto, que no eran los únicos). Además, debo acotar, que por otras manos había pasado el crítpico pedido antes de que me arrastrara a la curiosidad más grande, que en mis pocos años de vida algo me despertó.
Intenté con una excusa, bastante débil y poco convincente, hacerme de la tarjeta con los datos personales del número treinta y tres, pero recibí como respuestas que esos datos son confidenciales y que la institución no los divulgaba bajo ningún motivo. Era patética mi exposición para lograr ese objetivo, por lo que decidí no protestar ni intentar convencer a la avinagrada (y me pregunto por qué las encargadas de más años en las bibliotecas tienen ese semblante entre desconfianza y tedio) bibliotecóloga.
Así, que no me quedaba más camino que el hurto. Lisa y llanamente, estaba convencido que no iba a caer preso y que mi causa estaba plenamente justificada. Me encontraba expectante a la mínima distracción y alejamiento de la mujer de su escritorio, lo que haría la ocasión para deslizarme en la cajita de las tarjetas y robarme el número treinta y tres. Luego, la abandonaría cerca de la silla, para que volviera todo a su lugar y pasaría como inexplicable error de la funcionaria (que parecía infalible y correcta en su administración).
Anoté con rapidéz casi ilegible, la dirección y teléfono de Ana Suárez Villamil (había acertado con mis sospechas acerca del sexo del remitente) pero los nervios no me premtireon extrae otros datos como; edad, institución donde estudiaba, o si trabajaba. Algo menos previsible decidí anotar; otros libros que ella había tomado en préstamo. Deseaba leer más de los fragmentos que fue dejando a la deriva, entre tantos libros e innumerables combinaciones, que convidaba a cualquier alma a apiadarse de su situación.
Quería, además, aseverar que no era una broma de mal gusto y así lo comprobé. Al pedir los títulos que en la lista se había confecciondo a partir de su ficha personal.
El resto de los fragmento rogaban ayuda, aclaraban que no era ningún tipo de broma enfermiza, amenazaban con suicidio como su única forma de liberación y que en realidad; temía no solo por su seguridad ,sino también por aquel que atendiera sus desesperado socorro. Pedía verdadera discreción y mesura en el accionar.
Ahora, estoy esperando en la esquina de la dirección que anoté en el papel que estujo con impaciencia en mi mano sudorosa. Al fin, alguien abre esa maldita puerta. Una sombra parece asomarse por el umbral.
Un galopar estruendoso parece estallar en mi pecho y la sangre en mis sienes pulsan como martillazos sobre el acero...
Si la curiosidad mató al gato, espero que no se sientan como felinos en riesgo por no conocer el final de este relato Juevero, quedará para otra convocatoria...
De todas formas, los invito a seguir curioseando en Puntos suspensivos
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LuisBernardo Rodríguez
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17 comentarios :
ayyyyyyy qué tramposo! eso es jugar con la natural curiosidad del lector! jejejeje
quedamos entonces a la expectativa de saber la continuación de la historia, que,espero, tenga final feliz! (para dramas y tragedias, la vida ya tiene suficientes! jejeje)
Un abrazo.
Era una anciana de cabellos blancos, collar de perlas y elegante vestido...
Un abrazo y un café.
Eso no vale! con lo curiosa que es una y me dejas con la intriga!!! Te has aprovechado de nuestra curiosidad jajaja
Espero ansiosa la continuación.
Gracias por participar.
Un beso
Buena jugada Luis. Un relato lleno de suspense y curiosidad y con más suspense y curiosidad dejas a tus lectores. De momento la historia engancha. Espero con ansia la continuación.
Un abrazo de jueves
Pues me he quedado con las ganas, al igual que tu personaje que no paró hasta que supo quien escribía esos mensajes. Espero que pronto nos enseñes ese esperado final.
Un abrazo
jajajajaj
No vale, no es justo.
¿Que hago con la curiosidad que tengo ahora?
Ehhhhhhh!!!!!!!!!
Te has lucido. :)
Un abrazo demasiado curioso.
Era una asesina perversa que nada más abrir la puerta le dio un tiro en el corazón....por curioso.
Espero que no seas tan maligno como mis conjeturas.
Un beso.
Y después ¿que paso despues? ohh! no puedes dejarnos así. Rebosantes de curiosidad ¿hasta la próxima has dicho? eso es mucho tiempo.
Lo has llevado al extremo, si señor.
Un abrazo.
No se vale!!! A una mujer curiosa -como me declaro ser- no se la deja con tremenda curiosidad!!!
Toda una historia plagada de suspenso, de cavilaciones y pensamientos que brotan al ir avanzando... y bue... habrá que esperar? o, se trata de un final que dependa de cada uno de nosotros?
Quién sabe? Bendita curiosidad!
Un beso:
Gaby*
Ooops!
¿cómo que no termina?
es como el cuento de Pluna acaso??
abrazo
Se me ocurren treinta y tres palabras con las que definir tu sádismo y maldad, pero me temo que si las suelto, no publicarás la resolución de la historia. ¿Has querido picar nuestra curiosidad? pues quédate tranquilo con la satisfacción malsana de haberlo conseguido. :)
Un abrazo.
Entre los mensajes de Duffour halló: "1/4 de anchura + longitud= 7 manos; longitud + anchura= 10 manos" y, éso fue el motivo de pedir ayuda.
Una buena idea para incitar y espolear la imaginación y la curiosidad a saber y buscar más...
Un buen relato.
:))
vaaaaaaaaaaaaaaleeeeeeeeeeeeee
Nos acabas de convertir en gatos curiosos a todos.Esperaremos curiosos el resultado de la intriga
Un abrazo
Vaya, con los años realizando la tesis encontró un mensaje ya leído, en ese momento, miró aquellos grandes estantes... ¿qué paso?, las matemáticas se le resistían pero no cejaría en su empeño...
Anda que... nos has dejado sumidos en la curiosidad y perdidos en la imaginación... Me mataste!! jajaja
Besos
Ah así no vale Luis!!! Me dejaste completamente intrigada!!!
Que buena historia armaste, llena de suspenso y que te deja con ganas de más. Espero que la continúes pronto.
Un abrazo enorme.
Jajaja, no vale, no juego más!!!
Aunque debo decir que lo llevaste muy bien, ese final abierto, directamente al abismo de nuestra curiosidad, nos terminará por matar, y de eso sí, sos responsable, jajaj
Besos afectuosos
Un comienzo muy prometedor Luis!, espero con ansias el desenlace!!
Besos
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