sábado, 13 de agosto de 2011


Relato: Crónica denigrante

CRÓNICA DENIGRANTE











Milton Segovia fue el hombre más odiado, por todos aquellos que leyeron los titulares
de varios periódicos, pero apenas por una semana. El fervor de la investigación del caso
llegaba a su apogeo, cuando las nuevas noticias acerca del desfalco económico que el
país estaba sufriendo, aparecieron. Era la fuga más impresionante de capital que junto a
los banqueros huían, de la exposición mediática y del territorio, hacia lugares menos
hostiles. Entonces, toda aquella indignación que se había despertado, se trasladó hacia
otro objetivo.

A pesar de los convincentes argumentos, pruebas irrefutables y testigos que declaraban
su culpabilidad, el recuerdo que tenía de Milton Segovia no concordaba con las
periscias psiquiátricas que fue sometido, ni con los resultados que arrojó.
Ignoraba el procesamiento, el fallo y su sentencia, en parte, porque cubría por aquellos
años un importante evento deportivo en el exterior. Este, fue el primero que forjó mi actual
carrera periodística y además, estaba en una etapa de negación de mis raíces. Me
avergonzaba; el barrio en el que nací, sus calles pobres y los lugares donde solía jugar con otros
niños. Aquellos amigos de la infancia ya estaban olvidados, inclusive Segovia, que solía
liderar todas las travesuras que acostumbrábamos a cometer.
El derrotero que me lleva a delinear esta historia, está emparentado con mi regreso al
hogar. El retorno obligado, ante el inminente quebranto de salud de mi madre. Este regreso, me
despertó la incertidumbre al cruzarme, en ocasiones, con las vecinas más viejas (las que
quedaban), que preguntaban por la salud de doña Sofía y se asombraban, lo cambiado
que estaba de aquel niño, que alguna vez tuvieron que correr a escobazos. Se reían, pero
pronto se les ensombrecía el ánimo para cambiar de tema. Se evidenciaba, fugazmente, el
recuerdo del otro muchacho, del mayor, que algunos años después cayó en desgracia.
Sin necesidad de decir mucho no daban crédito, que aquél Milton Segovia, se
transformara en la bestia inmunda y degenerada, que vivió una vez en su barrio.
*
De Abel Formento desprendí, luego de la entrevista que concerté con él, que era un ser que
el universo puede prescindir de su presencia, pero fue el único testigo disponible en el
caso contra Segovia, además del niño que nunca declaró.
Este rústico hombre, no sabe leer ni escribir, me aclaró que vivía de los trabajos
temporales que le ofrecían, pues a él, no le gustaba andar mendigando labores pagas, ni
someterse a superiores. Se sentía complacido en la actualidad, con la venta ambulante y
su recorrido por el transporte público, que le brindaba suficientes ingresos para
manutención y sus deslices nocturnos. Resaltó que él fijaba sus propios horarios y no
tenía que obedecer órdenes de ningún patrón, solo la necesidad del momento.
En un breve recorrido de su historial laboral, declaró; que odiaba las fábricas donde hizo
tareas de carga y descarga, agregando:- Me deslomaba, por unos pesos miserables-.
Durante esta etapa de intermitencia, consiguió el puesto de limpiador en los baños del
subte. Le quedaba próximo a su domicilio, y las tareas eran tan simples, que a
veces ni siquiera las ejecutaba.
En el improvisado juicio, atestiguó haber visto al acusado de espaldas cuando abrió la
puerta. Explicó que el sujeto, se encontraba con los pantalones a medio desprender. Relató que le produjo
una gran perturbación, cuando descubrió la cara del niño, que se situaba delante del
señor Segovia, completamente desnudo en su parte inferior, puntualizó, que el adulto
sostenía con la mano el pequeño sexo del menor. Esta situación aberrante, fue relatada a
la jueza y a todo el público presente, que al llegar a esta instancia de su declaración, se
mostraban sumamente beligerantes.
La prensa realizó la cobertura del hecho, porque en un inicio se involucraba a un
postulante a la diputación del partido, que ejercía el poder en esos años. Contactándome
con algunos de los jefes de prensa de los medios que siguieron el caso, me explicaron
que este oscuro detalle llegó a ellos por una llamada telefónica anónima. En el primer
contacto, les habría comunicado que llegado el momento,estaría dispuesto en prestarse
ante los medios. Posteriormente, aclararía desde el anonimato que sería la fuente de la
noticia siempre y cuando, se llegara a un acuerdo económico. Luego se descartó al
oportunista, pero este dato ya se manejaba a nivel público.
Acerca de este incidente; Abel Formento se mostraba huidizo y molesto. Se volvió
más receptivo, cuando le ofrecí ampliar el café que compartíamos en un almuerzo, con
lo que tomaría un poco más de tiempo para ahondar en el episodio.
Siguiendo cronológicamente su relato, el limpiador al percatarse de estar frente a un
abusador, lo increpó y Segovia le contestó al principio con un nerviosismo tal, que su
voz tiritaba al expulsar las palabras; - Soy el tío del niño -. Ante la incredulidad del
otro; se sintió desesperado, casi al borde de la histeria, luego le rogó que no armara un
escándalo, que no llamara al guardia que estaba próximo en la estación, que se
marcharía del lugar y que el chico, en realidad, le había solicitado ayuda para
deprenderse la ropa en el excusado.
- Todo fue muy confuso, es cierto, que creí que se trataba del diputado ese que veíamos
en televisión, pero eso fue después, cuando se lo comenté a la madre del pobre chico.
No sabría decirle, sí ella realizó esa llamada a los diarios del que me está acusando- la
indiferencia con la que se desentendía del tema me parecía natural, mientras volvía a
engullir con exagerada celeridad, el plato del día que la moza nos sirvió -. Yo, ya ni me
acuerdo de la cara del desgraciado. Solo cerré la puerta - mantuvo la mirada durante
toda la conversación, pero en este punto, decidió direccionarla hacia el plato. Supongo
que me mentía-, dejé al niño y al degenerado en el baño para ir a buscar al guardia,
cuando llegamos el tipo no estaba. El mocoso lloraba, el policía nos llevó para
contactar a la madre y hacer la denuncia-.

Mientras intentaba localizar a la madre y al niño, busqué algún registro fotográfico del
político que hicieron referencia. Ciertamente, tenía con Segovia un parecido físico, pero
lo más revelador fue que este ciudadano era fundador de una organización no
gubernamental, en el barrio aledaño a la estación. Atendían a familias en situación
de extrema necesidad, los amparaban en el hogar “Calor en Invierno” y realizaban
movimientos solidarios en las noches frías, dando de comer a indigentes en las calles.
Llegué a la correccional, donde había sido confinado Segovia, y con mucha dificultad
logré ponerme en contacto con su compañero de celda.
*
Javier, el negrito, Márquez continuaba cumpliendo su sentencia. La primera
contestación que recibo de él, acerca del trato que reciben los reos acusados de
violación fue: -Todo lo que escuchas acerca de la justicia acá adentro, es cierto-. A mi,
me lo hicieron pagar y me dejaron en paz pero, a Segovia lo tomaron de punto. Pasó por
todos, era recurrente verlo por varios días internado en enfermería, a causa de las
hemorragias que le producían-.
Javer Márquez agradeció los atados de cigarrillos que le pude pasar. Fueron menos de
los que había traído, porque varios quedaron en la recepción del penal. También
describió a su compañero como callado y proclive al llanto. En contadas ocasiones, pudo
obtener algo que se aproximara a una confesión; -Siempre había algo de culpa cuando
hablaba del tema, pero revestida en una especie de excusa. Decía que solo ayudó al
chico a desprenderse los pantalones, parecía un monólogo que se repetía hasta
creérselo-.
Demasiado tiempo en el pasado, me está exasperando y pronto tengo que irme de viaje,
estoy a punto de abandonar esta crónica de un viejo amigo de juegos, pero antes me
sorprende un correo electrónico. Me informan, donde puedo entrevistar al chico, y
me adosan que su madre falleció hace un año y medio.
*
Dj The kid es el nombre artístico del niño que estuvo encerrado en el baño con Segovia.
Me confiesa su identidad, desilusionado, cuando se percata que la entrevista no es para ningún
medio que le interese su arte, ni su nombre como exponente de la música “under”. Me
pide disculpas, pero nada parece recordar y nada quiere revivir.
Se aleja con un andar soberbio, hasta detenerse y sobre sus pasos, con ademanes
exagerados, se acerca y me pregunta qué le sucedió aquel hombre que encerraron. Me
salieron las palabras casi calculadas; - Milton Segovia está bien muerto-.
Salgo del club sordo, pero el ruido de la lluvia calma mis oídos. Debería volver al hotel,
para descansar un poco y reflexionar.
Cualquier cosa pudo haber pasado, capaz que no formulé las preguntas correctas. Siento,
que todo seguirá en la incertidumbre. El beneficio de la duda, como recuerdo, es lo único
que puedo ofrecerles a todos.

2 comentarios :

Juan Ramon Vera Rodriguez dijo...

Luis, saludos desde Colombia...

He leído dos de sus relatos. Publiqué en mi blog http://juanravera.blogspot.com/, un comentario de uno de ellos, el que mas me gustó. En general, me parece que debe ser cuidadoso con su redacción y con el uso de puntos y comas. En ocasiones, se esperaría una pausa, y esta no llega...
Sin embargo, sin pretensiones de ser crítico literario, hay un gran potencial... no lo abandone y explótelo!!!

Juan Ramon Vera Rodriguez dijo...

PD: espero visite mi blog: http://juanravera.blogspot.com/, lo visite, lo siga, lo comente... ya voy siguiendo el suyo...